domingo, 20 de abril de 2008

Hoy salimos con dos días de retraso. Ello por imprevisión mía. Salí de viaje y olvidé montar el blog. Lo recordé cuando ya atravesaba nubes, a bordo del avión que me trasladaba. Pensé que podría montarlo desde donde iba pero las actividades y los traslados me lo impidieron.
Ya regresé y aquí va
Caravasar. Va con un único texto, relativo al calendario gregoriano, ese que produjo la coincidencia de que los mayores exponentes de la literatura en lengua española e inglesa murieran en la misma fecha, mas no en el mismo día.
Tal coincidencia se celebra en nuestro tiempo y en Hispanoamérica como el Día del Libro y del Idioma.
El texto es de mi autoría y forma parte de mi libro
Funeral para una mosca.
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DIEZ DÍAS QUE NADIE VIVIÓ



El calendario Gregoriano por el cual se rigen los días en la mayoría de los países del mundo fue creado en 1582 por el papa de entonces, Gregorio XIII.
Hasta esa fecha, Europa y las regiones de otros continentes por donde se había extendido el Imperio Romano se regían por el calendario Juliano, llamado así porque lo había establecido el emperador Julio César, aunque su creador había sido el astrónomo griego Sosígenes.
Pero este calendario tenía 365 días y un cuarto lo cual, pese a que cada cuatro años había como ahora uno bisiesto, generaba un error anual de once minutos.
La suma de esos once minutos durante varios siglos hizo que, en 1582, el Equinoccio de Primavera tuviera un retraso de diez días.
Para solucionar tal atraso, al tiempo que ordenó la implantación del nuevo calendario, el papa Gregorio XIII decretó que la fecha siguiente al 5 de octubre de 1582 debía ser el 15 del mismo mes y año y no el 6, con lo que puede decirse que desaparecieron diez días de la historia.
Esta desaparición resultó traumática en su momento y generó algunas curiosidades históricas, no sólo ese año y en las décadas siguientes, sino incluso hasta los últimos años del siglo XIX.
El año más corto que ha existido
Entre los muchos trastornos que el cambio de calendario provocó en el mundo cristiano de la época, el más recordado fue el descalabro económico que sufrieron millones de personas: los trabajadores, por ejemplo, perdieron esos diez días de salario, los banqueros los perdieron de intereses y los caseros de alquileres.
El cambio produjo, además, el que ha sido el año más corto de la historia, ya que 1582 sólo tuvo 355 días.
El más largo había sido el año 46 antes de Cristo, precisamente cuando el calendario Juliano había sustituido al calendario Egipcio, que había regido hasta entonces.
Para ello, el emperador Julio César se vio obligado a agregar dos meses adicionales a los doce conocidos y a aumentar el número de días de febrero de 28 a nada menos que 51. Ambos añadidos se hicieron para compensar las diferencias que se producían en relación con el calendario Egipcio.
Pero volviendo a lo ocurrido en 1582, ese año, pese a las protestas que se extendieron por toda la Cristiandad, Gregorio XIII mantuvo su decisión de cambiar el calendario, lo cual ocasionó los tres episodios históricos sobre los cuales hablaremos a continuación.
La misma fecha, mas no el mismo día
El primero de tales episodios se produjo coincidencialmente, el mismo 4 de octubre de 1582.
Ese día y a la edad de 67 años, falleció la religiosa y escritora mística Teresa de Cepeda y Ahumada, conocida como Santa Teresa de Jesús y también como Santa Teresa de Ávila.
Pero su entierro, realizado al día siguiente de su muerte, no se produjo el día 5, sino el 15 de octubre de ese año de 1582, una vez que se corrieron las diez fechas atrasadas en el anterior calendario.
Treinta y cuatro años más tarde, ocurrió el segundo episodio histórico curioso, generado porque Inglaterra se negó a adoptar el calendario Gregoriano hasta 1752 y, en consecuencia, siguió rigiendo sus días hasta esa fecha por el Juliano.
Debido a ello, hoy se conmemora en la misma fecha la muerte de los dos más grandes escritores de las lenguas española e inglesa, esto es, Miguel de Cervantes y Saavedra y William Shakespeare.
A los efectos históricos, ambos fallecieron en la misma fecha -23 de abril de 1616-, pero en verdad no murieron el mismo día, ya que existía la diferencia de diez días entre el calendario Gregoriano usado por los españoles y el Juliano empleado por los ingleses.
Un desfase olímpico
Los dos últimos países europeos en aceptar el cambio del calendario Juliano por el Gregoriano fueron Rusia y Grecia, que lo hicieron en el siglo XX: Rusia en 1918 y Grecia en 1923.
La negativa de Grecia a adoptar el calendario Gregoriano tuvo consecuencias curiosas, aún a finales del siglo XIX, específicamente en 1896, cuando se realizaron en ese país los primeros Juegos Olímpicos de los tiempos modernos.
Como entonces el atraso del calendario Juliano con respecto al Gregoriano ya era de once días, existía una diferencia de fechas entre el país anfitrión y la mayoría de las naciones participantes en los Juegos.
Sin embargo, como fueron muy pocas las delegaciones extranjeras que pudieron asistir, debido a los altos costos del viaje, la confusión de fechas sólo afectó al equipo olímpico de los Estados Unidos, que llegó a territorio griego con esos once días de anticipación.
Como nadie los esperaba entonces, los atletas estadounidenses se encontraron en territorio griego, sin alojamiento ni comidas, ni tampoco traslados. Pero el pueblo griego se hizo cargo de ellos y los alojó en casas de familia, durante esos once días. Días que, por cierto, le sirvieron a los estadounidenses para aclimatarse y tener la misma ventaja que los anfitriones frente al resto de los competidores.
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Funeral para una mosca, Colección Debate, Random House Mondadori, Caracas, 2005.