jueves, 1 de marzo de 2007

CARAVASAR No. 18


ÍNDICE

Creación literaria
Los amos. Juan Bosch (cuento).
Artículos
Horacio Quiroga: cita con la fatalidad.
Noticias
El Código Da Vinci el más leído en España, en 2006.
Ya llega la edición académica de Cien años de soledad.
Para los hacedores de cuentos.
Random House y HarperCollins dejarán hojear libros en la Red.


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LOS AMOS



Juan Bosch




CUANDO YA CRISTINO NO SERVÍA ni para ordeñar una vaca, don Pío lo llamó y le dijo que iba a hacerle un regalo.
–Le voy a dar medio peso para el camino. Usté esta muy mal y no puede seguir trabajando. Si se mejora, vuelva.
Cristino extendió una mano amarilla, que le temblaba.
–Mucha gracia, don. Quisiera coger el camino ya, pero tengo calentura.
–Puede quedarse aquí esta noche, si quiere, y hasta hacerse una tisana de cabrita. Eso es bueno.
Cristino se había quitado el sombrero, y el pelo abundante, largo y negro le caía sobre el pescuezo. La barba escasa parecía ensuciarle el rostro, de pómulos salientes.
–Ta bien, don Pío –dijo–; que Dio se lo pague.
Bajó lentamente los escalones, mientras se cubría de nuevo la cabeza con el viejo sombrero de fieltro negro. Al llegar al último escalón se detuvo un rato y se puso a mirar las vacas y los críos.
–Que animao ta el becerrito –comentó en voz baja.
Se trataba de uno que él había curado días antes. Había tenido gusanos en el ombligo y ahora correteaba y saltaba alegremente.
Don Pío salió a la galería y también se detuvo a ver las reses. Don Pío era bajo, rechoncho, de ojos pequeños y rápidos. Cristino tenía tres años trabajando con él. Le pagaba un peso semanal por el ordeño, que se hacía de madrugada, las atenciones de la casa y el cuido de los terneros. Le había salido trabajador y tranquilo aquel hombre, pero había enfermado y don Pío no quería mantener gente enferma en su casa.
Don Pío tendió la vista. A la distancia estaban los matorrales que cubrían el paso del arroyo y, sobre los matorrales, las nubes de mosquitos. Don Pío había mandado poner tela metálica en todas las puertas y ventanas de la casa, pero el rancho de los peones no tenía ni puertas ni ventanas; no tenía ni siquiera setos. Cristino se movió allá abajo, en el primer escalón, y don Pío quiso hacerle una última recomendación.
–Cuando llegue a su casa póngase en cura, Cristino.
–Ah, sí, cómo no, don. Mucha gracia –oyó responder.
El sol hervía en cada diminuta hoja de la sabana. Desde las lomas de Terrero hasta las de San Francisco, perdidas hacia el norte, todo fulgía bajo el sol. Al borde de los potreros, bien lejos, había dos vacas. Apenas se las distinguía, pero Cristino conocía una por una todas las reses.
–Vea, don –dijo– aquella pinta que se aguaita allá debe haber parío anoche o por la mañana, porque no le veo barriga.
Don Pío caminó arriba.
–¿Usté cree, Cristino? Yo no la veo bien.
–Arrímese pa aquel lao y la verá.
Cristino tenía frío y la cabeza empezaba a dolerle, pero siguió con la vista al animal.
–Dese una caminata y me la arrea, Cristino –oyó decir a don Pío.
–Yo fuera a buscarla, pero me toy sintiendo mal.
–¿La calentura?
–Unjú, me ta subiendo.
–Eso no hace. Ya usté esta acostumbrado, Cristino. Vaya y tráigamela.
Cristino se sujetaba el pecho con los dos brazos descarnados. Sentía que el frío iba dominándolo. Levantaba la frente. Todo aquel sol, el becerrito...
–¿Va a traermela? –insistió la voz.
Con todo ese sol y las piernas temblándole, y los pies descalzos llenos de polvo.
–¿Va a buscarmela, Cristino?
Tenía que responder, pero la lengua le pesaba. Se apretaba más los brazos sobre el pecho. Vestía una camisa de listado sucia y de tela tan delgada que no le abrigaba.
Resonaron pisadas arriba y Cristino pensó que don Pío iba a bajar. Eso asustó a Cristino.
–Ello sí, don –dijo–: voy a dir. Deje que se me pase el frío.
–Con el sol se le quita. Hágame el favor, Cristino. Mire que esa vaca se me va y puedo perder el becerro.
Cristino seguía temblando, pero comenzó a ponerse de pie.
–Si: ya voy, don –dijo.
–Cogió ahora por la vuelta del arroyo –explicó desde la galería don Pío.
Paso a paso, con los brazos sobre el pecho, encorvado para no perder calor, el peón empezó a cruzar la sabana. Don Pío lo veía de espaldas. Una mujer se deslizó por la galería y se puso junto a don Pío.
–¡Qué día tan bonito, Pío! –comentó con voz cantarina.
El hombre no contestó. Señaló hacia Cristino, que se alejaba con paso torpe como si fuera tropezando.
–No quería ir a buscarme la vaca pinta, que parió anoche. Y ahorita mismo le di medio peso para el camino.
Calló medio minuto y miró a la mujer, que parecía demandar una explicación.
–Malagradecidos que son, Herminia –dijo–. De nada vale tratarlos bien.
Ella asintió con la mirada.
–Te lo he dicho mil veces, Pío –comentó. Y ambos se quedaron mirando a Cristino, que ya era apenas una mancha sobre el verde de la sabana.
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Juan Bosch (1909-2001). Escritor y político dominicano, cuyo nombre completo era Juan Emilio Bosch Gaviño. En 1939 fundó el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y, en 1973, el Partido de la Liberación Dominicana. Tras muchos años en el exilio, en varios países de América, fue Presidente Constitucional de la República Dominicana en 1962, iniciando un programa reformista, abortado en 1963 por un golpe de Estado militar, apoyado por los Estados Unidos. Luego de otro exilio, esta vez en Europa, retornó a su país en 1966 y participó como candidato a la Presidencia de la República. Dicha elección la ganó fraudulentamente Joaquín Balaguer, apoyado por la oligarquía dominicana y el Departamento de Estado de los Estados Unidos y Bosch debió volver al exilio. De éste retornó en 1970 para ser candidato electoral en varias elecciones posteriores. Su abundante obra, escrita dentro del país o en el exilio, refleja la realidad sociocultural de los campos dominicanos; sus tragedias, sus conflictos, sus sufrimientos y sus luchas. Lo más destacado de su obra son sus cuentos, recientemente reunidos en un solo volumen por Editorial Alfaguara, y sus estupendos ensayos sobre el arte de escribirlos.

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HORACIO QUIROGA:
CITA CON LA FATALIDAD


Hace setenta años, el escritor uruguayo se suicidaba con cianuro. El halo de muertes que rodeó su vida la transformó en un destino literario y, a su obra, en un eslabón de esa historia trágica. Aquí, la lectura de un conflicto común a varios escritores.

LA MUJER HABÍA BEBIDO una dosis de veneno suficiente, pero la muerte puede ser tan intrincada e ingobernable como cualquier suceso de la vida. Por eso la mujer, a la que se supone muy bella, tuvo una agonía de tres días. Su marido la acompañó, tratando de rescatarla, le pidió perdón, no debieron de faltar las frases de amor, las confesiones. Algunos se animan a sospechar o imaginar que el hombre llevó un diario de esa agonía, que no pudo resistir la tentación de escribir sobre ella. Cuando finalmente la mujer murió, el hombre oscuro, insobornable, quemó toda su ropa, hizo desaparecer cualquier objeto que hablara de su persona, destruyó sus fotos. En un supuesto álbum familiar, a la imagen de Ana María Cirés le corresponde una página en blanco. Tal vez porque esa muerte le trajo a Horacio Quiroga (arriba, a la izquierda) la presencia de otras muertes que se sucedieron de modo casi irreal en su biografía y le daban la certeza atroz de que no habían terminado. Su destino estaba trazado como el recorrido perfecto de una flecha. Esas que siempre dan en el blanco.A setenta años de su suicidio, ocurrido el 19 de febrero de 1937, queda claro que la muerte en Quiroga no es sólo un dato biográfico, sino la clave para pensar su vida y su literatura. Un héroe griego que, lejos de elegir, entiende que su principal oponente lo ha elegido a él.
Caer en la enumeración de sus muertes cercanas resulta inevitable: tenía dos meses cuando su padre se mata en una cacería, accidentalmente, en Salto, Uruguay, su lugar de nacimiento. Su padrastro se suicida cuando Quiroga era un adolescente. En 1901, mueren dos de sus hermanos, de fiebre tifoidea. Ese mismo año, mientras limpiaba un arma, una bala se dispara y ocasiona la muerte de uno de sus amigos. Después vendrán los suicidios de su amiga Alfonsina Storni y el ya relatado de su primera esposa. Le seguirán el de otro colega y amigo, Leopoldo Lugones (1938) y el de los tres hijos de Quiroga, ocurridos después de la muerte del escritor.
Estos hechos escenifican el conflicto vida/literatura. Una marca que envuelve la vida de varios escritores, donde los dos mundos compiten por su valor de realidad. En uno de sus ensayos, Ricardo Piglia resumió estas tensiones: “Esa fantasía extraña de los escritores de dejar de ser escritores o de conseguir una experiencia que sea más intensa que lo que se supone que es la experiencia de la literatura. Entonces la fantasía de la muerte de la literatura es como el acceso a lo real mismo”.
La decisión de Horacio Quiroga de ir a vivir a la selva misionera podría pensarse como la construcción de una experiencia que volviera minúscula la tarea de la escritura. Frente al desafío que la selva presentaba, la idea de aventura y el trabajo manual al que siempre quiso dedicarse, surgió en él la fantasía de abandonar la tarea de escritor, como si el hecho de continuar siéndolo potenciara su destino trágico. Tal vez pensaba que, al intentar mutar en un “hombre común”, el drama de la muerte habría de alejarse. De esa manera podría eliminar el carácter excepcional de los escritores que sienten la presión de escribir sobre la muerte.
Por supuesto, no fue esto lo que ocurrió. Quiroga decidió su travesía en la selva como el autor de una novela de aventuras, como el romántico personaje de un filme de Werner Herzog o como un rousseauniano que quiere vivir en un mundo anterior a la cultura pero después vuelve al papel, convierte esa experiencia en materia literaria y se ubica, en la línea de fuego.Jorge Lafforgue, quien por estos días se encuentra editando el epistolario completo del escritor uruguayo, comenta: “Lo que hace magistralmente Horacio Quiroga, por ejemplo en el cuento A la deriva (1912), es contar ese momento donde la muerte te está tocando los talones”.
El precio de escribir
Este hombre ha dejado de lado, por un momento, esos inventos con los que esperaba conseguir algún dinero. Vuelve al papel para escribir, ahora, una carta a Fernández Saldaña. Pone la fecha: 16 de marzo de 1911 y anota, como cualquier persona preocupada por la economía doméstica: “Vivo de lo que escribo. Caras y Caretas me paga $ 40 por página, y endilgo 3 páginas más o menos por mes. Total $ 120 mensual. Con esto vivo bien”.
Una página: 40 pesos. ¿Existe un modo más implacable de terminar con la mística y la idealización de la tarea de escritor? El escritor profesional, aquel que entiende que la literatura está atravesada por el dinero, sufre de un modo más descarnado el conflicto vida/literatura. “Los escritores del siglo XIX”, explica Lafforgue, “veían la literatura como una actividad secundaria en relación con la política. (Bartolomé) Mitre dirigía la guerra del Paraguay mientras traducía La Divina Comedia. Con el pasaje del siglo XIX al XX, surge la figura del escritor profesional, de la que Quiroga es un pionero”. Como la poeta norteamericana Sylvia Plath, con quien Quiroga tiene varios puntos en común a nivel biográfico, además del suicidio, la desesperación por convertir la literatura en una actividad rentable, vuelve esta tarea más cruda, más real y elimina toda posibilidad de refugio. Es una actividad que se equipara a cualquier otro oficio, pero éste obliga a la soledad, al silencio, al ensimismamiento, a la mirada permanente sobre los propios fantasmas.
El extranjero
“Sólo conozco mi escritorio y lo detesto”, dijo la poeta austríaca Ingeborg Bachmann. “¿Qué quién me obliga? Nadie, por supuesto. Es una compulsión, una obsesión, una condena, un castigo”. Pero también afirma: “Yo existo sólo cuando escribo, no soy nada cuando no escribo, soy completamente extraña a mí misma, desentono conmigo misma cuando no escribo”.
El escritor, alejado de la invención literaria, es un ser desubicado, que no termina de adaptarse a la vida que le atrae y que la literatura le quita como posibilidad de disfrute. Como si la literatura provocara una vida plagada de incomodidades.Al cumplirse treinta años de la muerte de Quiroga, Rodolfo Walsh fue a San Ignacio y entrevistó a algunos vecinos del escritor que resultaron poco benévolos al referirse al autor de Anaconda: “Quiroga andaba de frac y comía cosas raras. En los carnavales usaba una fumigadora para empapar a los transeúntes desde su fortacho. Juez de paz, se olvidaba de inscribir los nacimientos y hasta hoy sigue apareciendo gente que no estaba anotada en ninguna parte”.
Más allá de que Walsh señalara la dudosa certeza de estos comentarios, Quiroga no se adaptaba a vivir como un misionero más; por el contrario, profundizaba su condición de “raro”.
Quiroga descubre una historia allí donde el acostumbramiento que produce la realidad suele diluirla. En su literatura, lo extraordinario surge con total naturalidad. La locura aparece como una expresión de lo fantástico. Las muertes accidentales (o no) que rodean su vida pueden esconderse en un almohadón de plumas. Quiroga ve tragedia donde otros ven normalidad.
Además, le ocurren episodios que parecen salidos de los libros y construye su vida de un modo literario. Piglia ha señalado cómo sujetos invadidos por la literatura encuentran escenas que han leído, plasmadas en sus vidas. Y se anima a decir algo más: “Para mí es mucho más interesante la literatura que la vida. Primero porque tiene una forma más elegante, y segundo, porque es una experiencia mucho más intensa”.¿Qué le habría contestado Quiroga? Tal vez se habría parado frente a él con su mameluco sucio, el que usaba a la hora de enfrascarse en sus inventos, y le habría mostrado el cadáver de sus hijos, de su esposa, de su padre, de sus amigos. Él no pudo elegir entre vida y literatura: la primera se le impuso de manera contundente.
Puntos finales
Hacia 1934, Quiroga deja de escribir. Lafforgue refiere que en la correspondencia a César Tiempo confiesa: “Yo ya escribí cien cuentos y dije todo lo que tenía que decir”. A través del epistolario, continúa Lafforgue, se ve en sus últimos años de vida una serie de tensiones que, aunque habían estado siempre presentes, explotaron en esta etapa.
El escritor italiano Cesare Pavese termina su diario El oficio de vivir con esta frase: “No palabras. Un gesto. No escribiré más”. En 1950, a los 41 años, se mata con una dosis de somníferos. La muerte y la idea de suicidio están, desde el comienzo, en la literatura de Alejandra Pizarnik. En la única obra de teatro que escribió, Los poseídos por las lilas, el personaje de Carol termina diciendo: “No quiero hablar, quiero vivir”. Hablar equivale a escribir; varias veces los personajes de Pizarnik repiten este verso: “Estoy escribiendo con la voz”. Dejar de escribir habría implicado, una vez más, salir a la vida, pero Pizarnik también encontró en las pastillas el final de su historia. El escritor que finalmente consigue abandonar la literatura pensando que así se librará de su estigma de extranjero permanente, no hace más que confirmar que fuera de la literatura no es posible vivir. O así lo parece.
Sylvia Plath era una rubia tan bella como cualquier estrella de cine. A los 31 años, vivía con sus dos hijos en Londres, en la que había sido la casa de W. B. Yeats. Se estaba convirtiendo en la escritora que siempre había soñado ser. Así lo manifestaba en las cartas que le enviaba a su madre: “Soy una escritora genial”. Por fin alcanzaba el reconocimiento profesional que debería haberla convertido en una mujer feliz. Pero, tras su divorcio del poeta inglés, Ted Hughes, sus ideales de construir una vida perfecta se derrumbaron. Esta rubia que leía Medea y decía que no quería dedicarse solamente al cuidado de sus hijos, sino escribir y ser famosa, metió la cabeza en el horno la noche del 11 de febrero de 1963 y murió por inhalación de gas. Otro modo de decir que con la literatura tampoco alcanza.
Y puede que sea la literatura la que aliente esta idea extrema, la que despierte la lucidez para no ser indulgente con los propios fracasos.
La escritora inglesa Virginia Woolf no podía, en plena sociedad victoriana, hablar de los abusos que había sufrido en la infancia, ni de su homosexualidad. Tampoco pudo soportar esas voces que, según ella, no le permitían escribir bien. Que una de las principales exponentes del “fluir de la conciencia”, técnica que utiliza la voz y el pensamiento de sus personajes como punto de vista narrativo, haya padecido de alucinaciones auditivas, parece un chiste de humor negro. Virginia Woolf, refugiada en el campo, escribiendo, tampoco era feliz. Se llenó los bolsillos de piedras y murió ahogada.
Quiroga, personaje literario
El hombre está, ahora, en la cama de un hospital. Lo cuida un enfermero parecido a Quasimodo; esta escena de su vida tiene, también, el tono gótico de sus cuentos. Días atrás, en una carta, manifestaba ciertas esperanzas de curación pero cuentan que él escuchaba disimuladamente al médico mientras éste declaraba que la operación no era posible. Este hombre no tiene ganas de vivir otra agonía. Prefiere el veneno, como Madame Bovary.
Borges dijo alguna vez: “Horacio Quiroga es, en realidad, una superstición uruguaya. La invención de sus cuentos es mala, la emoción nula y la ejecución de una incomparable torpeza”. Tal vez Borges habría sido un lector fascinado de la vida de Quiroga si la hubiera encontrado, al azar, en alguno de los tomos de su biblioteca y Quiroga se hubiera llamado Kilpatrick o Vincent Moon. Es más, Quiroga podría haber sido un personaje borgeano, de esos que jamás escapan a la circularidad de su destino.
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Tomado de la Revista Ñ, del diario Clarín.com (Buenos Aires), edición del 24/02/2007, y proporcionado por Alerta de Noticias Google de la misma fecha.
Nota: este artículo aparece sin firma en la citada edición digital de Clarín.
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El Código Da Vinci,
el más leído en España, en 2006

Más de 21 millones de españoles (el 55,5% de la población) se declaran lectores, según la Federación de Gremios de Editores de España (FGEE). Del total de lectores, el 39,6% lee todos o casi todos los días y el 15,9% una vez al mes.
De entre los 65.000 títulos publicados en 2006, “el libro más leído en 2006 sigue siendo, como desde hace más de dos años, El Código Da Vinci de Dan Brown (izquierda), seguido por La sombra del viento del (español) Carlos Ruiz Zafón, y Los pilares de la tierra de Ken Follet”, precisó la FGEE en un comunicado.
Lectores poco arriesgados
Para los entendidos, estos resultados significan que los lectores españoles “se arriesgan poco” a la hora de elegir “nuevas propuestas literarias u obras mejor valoradas por la crítica”, afirma este jueves un artículo del diario El País.
Brown -cuyo Código da Vinci también llevado al cine describe al Opus Dei, la influyente y conservadora corriente de la iglesia católica nacida en España, como una secta secreta y elitista con inmenso poder dentro y fuera del Vaticano- ocupa otros dos lugares más en la lista de libros más leídos con Ángeles y demonios (cuarto lugar) y La conspiración, en octavo.
En medio se ubican La catedral del mar, del español Ildefonso Falcones, y por detrás uno de los clásicos por excelencia de la literatura española, El Quijote de Miguel de Cervantes, según el mismo estudio.
Sólo dos autores latinoamericanos
Los dos latinoamericanos de la lista, el colombiano Gabriel García Márquez con su novela de cabecera, Cien años de soledad, y la chilena Isabel Allende con La casa de los espíritus quedan casi al final de la lista, en los lugares 26 y 28, respectivamente (de un total de 30 preferencias).
Por sexos, las mujeres leen más que los hombres (un 59,6% frente a un 51,4%) dice este estudio, según el cual “el índice de lectura es proporcional al nivel de estudios” y por lo tanto los universitarios “son los más lectores”.
En España, la industria editorial mueve anualmente cerca de 4.000 millones de euros, según datos de la FGEE, que engloba a 776 empresas editoriales que en 2005 editaron unos 70.000 títulos.
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AFP. Proporcionado por abastodenoticias.com del 23/02/2007.

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Ya llega la edición académica
De Cien años de soledad


Madrid, (EFE). Las Academias de la Lengua de los países de habla hispana han preparado una edición popular de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez (en la foto, sacándole la lengua al fotógrafo) que ha sido revisada por el propio autor y que cuenta con introducciones y estudios de Carlos Fuentes, Vargas Llosa, Álvaro Mutis y Claudio Guillén, entre otros.
Esta edición, que costará 9,75 euros en España y entre seis y siete euros en los diferentes países de Hispanoamérica, se presentará en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española, que se celebrará del 26 al 29 de marzo en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, según informa hoy la Real Academia Española en una nota.
Con esta edición especial de la obra cumbre de García Márquez, las Academias se suman al homenaje que el escritor colombiano recibirá en ese congreso, dado que en 2007 cumple 80 años, hace cuarenta que publicó Cien años de soledad y 25 que recibió el Premio Nóbel de Literatura.
La idea de publicar esta edición partió de la Academia Colombiana de la Lengua y tiene un claro precedente en la que la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua hicieron del Quijote con motivo del IV centenario de la publicación de la gran obra cervantina, que se celebró en 2005.
La “extraordinaria acogida” que ha tenido la edición del Quijote en los dos años en que ha estado en circulación (se han vendido 2,6 millones de ejemplares, y de ellos, 2,1 millones en América), ha llevado a las Academias a “proyectar una serie de ediciones conmemorativas ocasionales, y de circulación limitada, de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos”, se añade en la nota.
En el caso de Cien años de soledad, el interés prioritario del trabajo preparatorio se ha centrado en el texto de la novela. Para ello se han examinado “todos los fragmentos publicados con anterioridad a la primera edición”, y así se puede comprobar con claridad “el trabajo primoroso que García Márquez realiza hasta el último momento para dar con el término preciso, el mimo con que cuida la gramática, y su esfuerzo por lograr la expresión más rica en sugerencias”, se indica en la nota de RAE.
A pesar del esmero con que el propio escritor corrigió las pruebas de la primera edición (Sudamericana, 1967), se deslizaron en ella erratas y expresiones dudosas que editores sucesivos han tratado de resolver con mejor o peor fortuna.
Para la nueva edición, que publicará Alfaguara en España y en América, las Academias de la Lengua presentaron una propuesta razonada al propio autor, que quiso “revisar las pruebas de imprenta completas, enriqueciendo así esta edición con su trabajo de depuración y fijación del texto”.
La edición popular de Cien años de soledad, de 756 páginas, se abre con una breve semblanza de García Márquez escrita por Álvaro Mutis y una introducción de Carlos Fuentes que aporta “testimonios personales esclarecedores sobre el nacimiento de la novela y el deslumbramiento inmediato que suscitó”, se afirma en la nota de la Academia.
También, contará con la parte central del “magistral análisis” que Mario Vargas Llosa hizo de la narrativa de García Márquez en Historia de un deicidio, que “sigue siendo la más alta referencia”, así como con un estudio de Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, y otro de Claudio Guillén, a quien la muerte sorprendió cuando le ponía punto final.
Tras esos estudios, cuatro académicos hispanoamericanos -Pedro Luis Barcia (Argentina), Juan Gustavo Cobo Borda (Colombia), Gonzalo Celorio (México) y Sergio Ramírez (Nicaragua)- glosan distintos aspectos de la personalidad literaria de García Márquez y de lo que Cien años de soledad significó en la trayectoria de la novela hispánica.
Además, y para facilitar la lectura de la edición popular, se ha preparado, en colaboración con la Academia Colombiana, un Glosario léxico de 55 páginas, que aclara el significado de los términos y ofrece noticia sobre personajes, acontecimientos y lugares. También se ofrece un cuadro de la Genealogía de los Buendía, que, en su momento, pensó incluir el autor.
La edición académica tendrá un período de distribución limitado a tres años y su tirada inicial será de 500.000 ejemplares. Para su publicación ha sido necesario obtener la licencia de las editoriales Sudamericana, Random House Mondadori, Norma y Diana, titulares de los derechos.
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Tomado De Metrodirecto.com (España) del 01/03/2007) y proporcionado por abastodenoticias.com de la misma fecha.

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Random House y HarperCollins
dejarán hojear libros en la Red



Random House, que incluye a escritores como Danielle Steel y Norman Mailer, dijo ayer que permitirá a los usuarios buscar y hojear entre más de 5.000 de sus títulos en Internet a través de un nuevo servicio llamado Insight.
También introducirá una herramienta para permitir a los usuarios añadir material desde los libros a páginas personales en redes sociales como MySpace o una web de un minorista. Random House es una unidad del gigante alemán de los medios Bertelsmann.
HarperCollins Publishers, que tiene a autores como Michael Crichton, va a introducir una función de búsqueda que permitirá al público incluir páginas de libros en sitios tipo MySpace. Harper Collins es propiedad de News Corporation.
Según explicaron fuentes de Random House, las dos compañías son las únicas grandes editoriales que darán estos servicios. Pero ambas llegan tarde a las búsquedas de libros online: Amazon permite a sus clientes ver páginas de libros desde 2003, y Google, desde 2005.
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Tomado de www.baquia.com Suministrado por abastodenoticias.com del 28/02/2007.
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Para los hacedores de cuentos

El sitio LibrePensadores.com invita a los escritores de cuentos a participar de su espacio. He aquí la invitación que hace.
¿Creías que le faltaba algo a esta web? ¡Pues estabas en lo cierto! Librepensadores estrena sección de literatura. En ella tendrán cabida reportajes y entrevistas a escritores, editores y gente del mundillo. Pero también va a ser una sección abierta, en la que tú, oh lector, podrás mandarnos tus propios relatos y difundirlos, urbi et orbe por la autopista de las telecomunicaciones.
El correo electrónico de la sección es:
literatura@librepensadores.com
Desde esta sección, invitamos a todos a participar en este nuevo foro literario en red y, por supuesto, a leer asiduamente las noticias mejor librepensadas del mundo del libro.
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TE INVITO, ADEMÁS,
A VISITAR NUESTRO ESPACIO
PLANETA NARRATIVO,
DONDE TE ESPERA UN CUENTO
DE LA NARRADORA ESTADOUNIDENSE
CARSON MacCULLERS
TITULADO "SUCKER".

La dirección es: http://planetanarrativo2.blogspot.com
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