sábado, 5 de enero de 2008

EL COLMO DE LOS COLMILLOS


A la escritora estadounidense Dorothy Parker (en la imagen) le duraba muy poco el personal doméstico en su casa, debido a sus muy numerosas excentricidades.
En cierta ocasión, logró que una señora bastante seria y hacendosa se ocupara de las labores de su casa y, para retenerla, decidió comportarse sin sus habituales extravagancias.
Durante varias semanas, las cosas marcharon tan bien por parte de la escritora, que la señora de servicio había comenzado a dudar de la veracidad de las informaciones que había recibido acerca de su patrona.
Pero ocurrió que una tarde en que la señora de servicio disfrutaba de su día libre semanal, a Dorothy Parker le obsequiaron un caimán de pocos meses de nacido, que medía noventa centímetros de largo.
Como no sabía qué hacer con el caimán, la escritora lo puso en la tina del baño y se olvidó de él.
A la mañana siguiente, salió de compras y siguió sin acordarse de su extraño huésped.
Cuando regresó, encontró una nota de la señora de servicio, que había llegado durante su ausencia.
La nota decía textualmente lo siguiente:
“Renuncio. No puedo trabajar en una casa donde hay un caimán en la bañera. Debí advertírselo antes, pero nunca imaginé que tal cosa pudiera suceder”.
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De mi libro de crónicas Vine, vi, reí. Editorial Mondadori, Caracas, 2006.
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El último viaje del legado familiar de Quevedo
QUEVEDO EMERGE ENTRE LAS RUINAS

Blanca Berasategui

El legado familiar de Francisco de Quevedo (1580-1645) que, durante casi cuatro siglos, ha protegido los secretos más íntimos del poeta, está a punto de cambiar de manos. Un acontecimiento casi clandestino, pues se trata de un tesoro bibliográfico compuesto por más de cincuenta carpetas con documentos inéditos, retratos, facturas, requerimientos judiciales y condenas, que descubre algunos de los dramas secretos del autor de El Buscón. Ésta es su historia, la letra menuda de la gran literatura, iluminada además por el investigador que mejor la conoce, Pablo Jauralde.
La venta del legado familiar de Francisco de Quevedo está prácticamente cerrada. Los documentos inéditos, firmas del escritor, objetos, retratos y papeles de la época de gran valor histórico que componen este legado acaba de adquirirlos Trébol Gestión, sociedad en la órbita de Construcciones y Contratas, gracias a la intervención directa de Esther Koplowitz. El precio fijado alcanza los trescientos mil euros y su destino es la Fundación Quevedo, con sede en Torre de Juan Abad, cuna del escritor.
Se trata del conjunto de documentos que Quevedo guardó celosamente hasta su muerte y que se han ido trasmitiendo de heredero en heredero durante cuatro siglos, hasta llegar a la actual, Carmina Becerro, conocida en el mundo de la alta costura como Carmela Rosso.
Muy pocos expertos conocían la existencia del legado, y mucho menos el detalle de su contenido, que tiene mayor valor documental y archivístico que literario, puesto que no recoge textos literarios, pero sí complejos documentos sobre su vida en La Torre de Juan Abad, beneficios y rentas, actuaciones históricas y eclesiásticas que retratan al cacique y hombre rico y poderoso que fue Quevedo.
Las cincuenta carpetas
Las últimas noticias sobre este conjunto de unas cincuenta carpetas atiborradas de papeles viejos -entre los cuales encontramos firmas reales, anotaciones de puño y letra del escritor e inventarios de sus bienes-, aparecían y desaparecían en los años sesenta y setenta del siglo pasado, sin que constara nunca exactamente quién era su dueño y dónde se guardaba.
Hubo voces, como la del Archivero de la Universidad de Salamanca, el sacerdote Florencio Marcos, amigo de la madre de Carmela Rosso y gran paleógrafo, que publicó a finales de los años setenta del pasado siglo un ensayo anunciando el gran valor documental e histórico del legado e informando de su contenido, pero sin desvelar dónde se encontraba ni cómo se podía acceder a él, para desconsuelo de especialistas y estudiosos. Uno de ellos, tal vez el más cualificado, Pablo Jauralde, publicó a finales de los ochenta en El Adelanto de Salamanca, un artículo en el que pedía que saliera a la luz pública este legado familiar de valor documental innegable, no solo para el mejor conocimiento de la vida y la obra de Quevedo, sino tambien de la propia historia de España. No hubo respuesta. Ni siquiera se conocía entonces quiénes eran los herederos del escritor.
El árbol genealógico
Solo alguna noticia cíclica de ventas falsas interrumpieron durante años el silencio. Pero el investigador Jauralde optó por la vía de los archivos, que era lo suyo, para reconstruir la línea genealógica que a partir del escritor llegaba a la actualidad. A finales de los noventa, consiguió una pista clave a través de archivos y genealogías que le llevó hasta la misma puerta del que "yo pensaba que era el heredero de Quevedo", cuenta ahora Pablo Jauralde. El heredero era, efectivamente, el padre de la actual heredera, Gregorio Becerro, y guardaba el legado documental de su antepasado en la caja fuerte de la Caja de Ahorros de Salamanca. El encuentro telefónico del investigador con el dueño del tesoro tiene ribetes de secuencia policiaca:
-¿Buenos días, don Gregorio Becerro, por favor?
-Al aparato. Dígame.
-¿Es usted el heredero de don Francisco de Quevedo?
Silencio. Y luego:
-¿Y usted cómo lo sabe?
-Porque he reproducido a través de archivos su árbol genealógico.
-¿Y qué es lo que desea?
-¿Tienen ustedes el legado documental del escritor, el conjunto de documentos que conservaba a su muerte?
Nuevo silencio.
-Si, está en la caja fuerte de un banco.
La Fundación F. de Quevedo
El primer intento de adquisición del legado lo realizó, por intermediación de Pablo Jauralde, Patrimonio Nacional, cuya sección interesada dirigía entonces Mercedes Dexeus. La propietaria pidió entonces 50 millones de pesetas. Pero Patrimonio Nacional no quiso darlos. No se pusieron de acuerdo en la cuantía económica y la familia conservó el legado.
Ahora, pasados estos siete u ocho años, José Luis Rivas, presidente de la Fundación Francisco de Quevedo, creada en septiembre de 2006 y responsable de Trebol Gestión, se ha encargado de la compra de este legado familiar del escritor. La Fundación pretende reunir el mayor número posible de documentos, papeles y libros de Quevedo y sobre Quevedo, "además de poner en el mapa cultural el municipio de Torre de Juan Abad, cuya casa-museo será sede de nuestra Fundación". El legado familiar del escritor se unirá, a partir de ahora, al testamento de Quevedo y varios objetos personales del escritor (el sillón, el tintero....), otros documentos y los más de quinientos volúmenes sobre Quevedo.
Entre la cantidad de documentos que contienen estas cincuenta carpetas, se han encontrado numerosas anotaciones del escritor e incluso firmas de Felipe IV. En realidad, son cuatro los siglos que se retratan por lo menudo en estos documentos, según el inventario parcial del legado que posee la familia Becerro en Madrid, realizado en 1997 por Jauralde. Exprimiendo la sustancia de estos legajos polvorientos sabemos, por ejemplo, de dónde viene su afición a la caza, sus conocimientos agrícolas y su gusto por el habla rural; sus múltiples pleitos con sus vasallos y los porqués, en fin, de mucho de lo escrito. A partir de ahora, sabemos también de dónde sacaba Quevedo el dinero. Lo explica un legajo de 1618: "Francisco de Quevedo y Villegas, clérico caballero del hábito de Santiago, capellán de la capellanía sita en la parroquia de la villa de Tarancón, es beneficiado de los beneficios de las iglesias parroquiales de Santiago de Huete y de la vecina de Pareja... para que no se demore la posesión de estos beneficios, se trascribe el poder en Madrid, a 27 de marzo de 1618".
En otras carpetas podemos encontrar desde la escritura de fundación de un convento de monjas de San Benito, por la tía de Quevedo (1597), a la Real Provisión por la que se comisiona a Francisco de Quevedo para que por un año administre los propios y rentas de la Villa de la Torre de Juan Abad, con un salario de 100 ducados. Quevedo firma (de manera autógrafa) el 11 de abril de 1612. También están las capitulaciones matrimoniales entre la hermana del poeta, Margarita de Quevedo, con Juan de Alderete (1617) o los documentos que prueban la venta a Quevedo de los censos de la Torre y el recibo por el que el cuñado del poeta manifiesta haber recibidio de éste la cantidad de 30.000 reales, a cuenta de la deuda que mantiene con él y con su hermana (1618).
También se documentan detalladamente los numerosos pleitos que mantuvo Quevedo con el Concejo de la Villa de la Torre, para cobrar lo que se le debía, pretendiendo incluso vender la jurisdicción de la villa, hasta conseguir el 2 de julio de 1620 que una sentencia obligase a vender los bienes, rentas, propios y jurisdicción de la Torre si no pagaban a Quevedo en el plazo de 60 días.
Numerosos documentos autógrafos de puño y letra del poeta demuestran hasta qué punto se involucró durante décadas en los problemas de La Torre. De 1645 son las cuentas tomadas sobre las casas de la calle Cantarranas y calle del Niño, en Madrid, que compró Quevedo, un asunto que se complicó enormemente porque las casas estaban hipotecadas... Herencias, testamentos, facturas, cobros, pleitos surgen a cada paso entre anotaciones que desvelan la vida cotidiana del poeta y de sus descendientes.
El profesor Pablo Jauralde instó encarecidamente a los poseedores para que no deshicieran el archivo, cuyo valor mayor era el del conjunto de papeles en torno a una gran figura de nuestro pasado. "Su valor, a mi modo de ver, deriva precisamente de ser un conjunto documental auténtico, trasmitido desde 1645 (fecha de la muerte de Quevedo) hasta ahora, sin excesivo daño (se han separado del conjunto algunos objetos, como la venera de Santiago; un crucifijo, probablemente el sudario de Santa Teresa, algún mueble...) De todos estos papeles hay testimonios de su vida que señalan que los guardaba en dos arcas sobre las que armaba la cama de su casa de La Torre de Juan Abad".
-¿Cuál es el objeto más valioso?
-La venera, sin duda. Es decir, la arqueta en la que en forma de concha Quevedo guardaba su título de Caballero del Hábito de Santiago, obtenido en 1617 (con la cruz de Santiago al pecho aparece en los retratos velazqueños). El escritor había aderezado la venera con diamantes y joyas varias y, en algún momento de su azarosa vida, entrega la venera a cuenta de cantidades que le reclaman, para no ingresar en prisión. Es decir, aparece como motivo de su biografía.
Otros legados quevedianos
Hay otros dos legados importantes con documentos quevedianos en manos privadas. Por un lado, el que procede de Fernández Guerra (editor de Quevedo, hacia 1850, en la Biblioteca de Autores Españoles), que en estos momentos es propiedad de Javier Miranda Valdés, y lo tiene en Archidona. En sus papeles de Quevedo, sí que hay testimonios literarios y documentos relacionados con su actividad como escritor. Hay, por ejemplo, distintas versiones de poemas conocidos del escritor, bastante correspondencia, autógrafos y papeles, en fin, muy jugosos desde el punto de vista literario, pero menos ricos en el aspecto documental. Pablo Jauralde, por su parte, de modo mucho más modesto, se hizo con los papeles de archivo de Maldonado y parte de los de Crosby, que había recogido, en los años cincuenta, todo el material disperso de Quevedo en bibliotecas de todo el mundo y en el Archivo Histórico Nacional. Se lo entregaron Crosby por un lado y el hijo de Maldonado, por otro. No vale mucho como documento genuino, pero suministra una batería documental riquísima, que todavía no ha podido utilizar plenamente.
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Tomado de la página española
www.elcultural.es, de fecha 4 de enero de 2008.