viernes, 30 de mayo de 2008

Esta semana he estado fuera del ciberespacio: una "avería masiva" en la zona donde vivo dejó sin teléfono ni servicio de Internet a todo un sector de Valencia. Dicho servicio fue restablecido hace apenas un rato y por eso hoy sale improvisadamente este número. Me estaba preparando para ir a un ciberchat a colgar el aviso POR RAZONES TÉCNICAS NO SALIMOS ESTA SEMANA, cuando a mi esposa se le ocurrió levantar la bocina del teléfono y ¡bingo!: allí estaban el tono y la línea, como debieron estar todos estos días. Entonces, descubrí con horror que no tenía nada preparado para el blog. Ya había dado por sentado que este fin de semana lo pasaríamos incomunicados y por eso no elaboré absolutamente nada.
Pero recordé que, entre semana, mientras trabajaba, me topé con un cuento que escribí hace más de veinte años, a partir de una conversación que escuché en un autobús. Dicha conversación fue transcrita casi tal cual y había sido incorporada a mi novela La comedia urbana. Pero luego la sustraje y el texto quedó como un polizón que, tras ser descubierto en altamar, es arrojado por la borda cerca de la primera costa que se avista.
Espero les guste.
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CON MIL GALLINAS TENGO

“Vi y oí además como todos nos pusimos
de inmediato a intercambiar nuestros proyectos,
sin importarnos realmente nada de lo que el otro decía,
pero necesitando hallar un escape
a tanta contenida e ignorada ilusión”.
Mario Benedetti
“El Presupuesto”.


–Yo, todos los domingos, me juego mi cuadrito, a ver quién quita y pego un cuadro único.
–Un cuadro único con seis, ahorita, es un platal: son como diez o doce millones de bolívares.
–Con lo caro que está todo, esa sí que sería una bendición.
–Sí, lo único difícil está en pegar los seis caballos, uno tras otro, sin pelarse en ninguna carrera y que nadie más esté en lo mismo.
–Diez o doce millones de bolívares ahora no son gran cosa, pero sí remedian... Si fuera yo el que se los ganara, lo primero que haría sería comprarme una buena quinta... Una buena quinta y, después, monto tremendo negocio.
–¿Un negocio de qué, si se puede saber?
–Un negocio de... No sé, puede ser de repuestos de carro, eso es una cosa que da real en bruto...
–Yo montaría un supermercado.
–¿Un supermercado?
–Claro: comer, la gente come todos los días, en cambio, otra cosa...
–La verdad es que usted tiene razón. Lo que pasa es que eso da mucho trabajo y ya yo tengo mis añitos: el mes que viene cumplo cincuenta y dos y, a esta edad, uno no está para esos trotes.
–¡Pero, cómo va a usted a decir eso, si ahora es que usted está durito, ahora es que le falta vivir...! Mi abuelo tiene noventa y tres años y ahí lo ve: hace dos meses, tuvo un hijo, con la quinta esposa, una carajita de diecisiete o dieciocho años...!
–Eso me dijeron...
–Claro que si usted no quiere montar un supermercado, no hay problema. Después de todo, los reales son suyos y, con ellos, usted puede hacer lo que le dé la gana... Eso sí, yo le recomiendo que, si no monta un supermercado, los meta en un banco o, mejor, en varios, por si acaso alguno quiebra. Con eso del lavado de dólares, no se sabe quién cae y quién se mantiene arriba, pero de una cosa puede estar seguro: el ahorrista es el que puede quedar jodido... Con los intereses, usted vive decentemente.
–Eso sí puede ser: yo ya estoy cansado de tanto trabajar; desde que tenía catorce años, no he hecho otra cosa que pararme de madrugada y trabajar de sol a sol y la verdad es que ya me siento cansado.
–Yo, en cambio, sí pondría un supermercado, con sus empleados y todo... Yo lo que haría sería vigilar que ni los clientes ni los empleados se lleven nada y que todo esté bien.
–A mí me sigue pareciendo que eso es mucho trabajo para un millonario.
–En esta vida, todo tiene su trabajo.
–Sí, pero si usted tiene diez o doce millones de bolívares, para qué se va a estar dando mala vida.
–Tanto como dar mala vida no, porque a mí, el saber que estoy trabajando en algo que es mío, no me parece pesado.
–Ahora, si no es un cuadro único, yo me conformaría con un cuadrito de dos o tres millones, para comprarme un apartamentico lejos de Caracas... Si en el barrio se enteran de que me gané el cinco y seis, usted puede apostar que, por la noche, tengo a los malandros haciendo cola para entrar a robarme.
–Hay que ver hasta dónde han llegado las cosas... Yo, dado el caso de que nada más fueran dos o tres millones, también me iría de Caracas, me compraría una finca por los Andes, a mí me gusta por allá...
–¿Por los Andes?
–Sí, por Trujillo, por Mérida o, más bien, por el Páramo: yo me pondría a sembrar porque, mire: una finca, bien atendida, da para vivir.
–¿Y usted sabe algo de agricultura?
–No, pero en esta vida todo se aprende, nadie nace aprendido... Yo sembraría unos cien árboles de aguacate, unos quinientos de mandarinas y, mientras esos palos crecen y uno les empieza a sacar provecho, me dedico a criar animalitos: vacas, gallinas, cochinos...
–¿Y chivos?
–Chivos también... O, mejor dicho, ovejas. ¿Quién ha visto chivos en los Andes?
–La idea no es mala: en una finca usted puede tener sus caraotas sembradas, su maíz, su café y, lo que no quiera sembrar, se lo compra a los mismos camioneros que le van a comprar la cosecha.
–Nada más con las gallinas, ya uno tiene bastante trabajo: yo, una vez, estuve viviendo en casa de un tío que tenía unas gallinas...
–Yo lo que estoy pensando es que a como está el kilo de aguacate y el kilo de mandarina, usted lo que se va a meter es un billete.
–Y eso no es como sembrar maíz, que el maíz hay que sembrarlo todos los años. El aguacate y la mandarina usted los siembra una sola vez y ya: lo único que tiene que hacer es regar y sentarse a esperar que las matas crezcan...
–Yo siempre he dicho que a usted hay que admirarlo, porque usted sí se sabe administrar...–Y mientras las matas crecen, ahí estoy yo con unos veinte o treinta cochinos, unas cuatro o cinco vacas, un toro y unas mil gallinas... Yo creo que, para empezar, con mil gallinas tengo y voy que chuto.