sábado, 14 de julio de 2007

CURICURIÁN

Armando José Sequera

Éste es el primer héroe nacido en territorio venezolano del que se tiene noticia. Sin embargo, es muy poco conocido.

I
En un día particularmente trágico de 1569, los veintitrés caciques de los grupos indígenas que habitaban el valle de Caracas fueron capturados por los colonos españoles.
Con el pretexto de haber develado una conspiración, Diego de Losada –el sórdido fundador del poblado conocido desde entonces y para siempre como Santiago de León de Caracas–, había instado al Gobernador Juan de Chávez a apresar y a ejecutar, tan pronto fuera posible, a todos los opositores.
Los opositores eran, precisamente, esos veintitrés caciques entre los cuales destacaba Chicuramay, uno de los que con mayor tenacidad adversaban la colonización española. Chicuramay comandaba el grupo que vivía en los bosques de Mariche, al este de la recién nacida ciudad.
En una razzia semejante a la peor pesadilla, que el mismo Losada se encargó de coordinar, fueron aprehendidos los veintitrés y, luego de un simulacro de juicio, se les condenó a muerte.
II
Curicurián parecía un indio común y corriente.
Poco o nada dotado para el combate poseía, en cambio, una notable habilidad administrativa y política.
Gracias a él y pese a hablar dialectos muy diferentes, los guerreros de los distintos grupos que al este de Caracas combatían a la colonización española, se unieron para la defensa del territorio.
Curicurián se desempeñaba como una especie de administrador de abastecimientos y su labor lo obligaba a recorrer todos los lugares desde donde se combatía a los invasores.
Cuando se enteró de la captura de Chicuramay y de que a éste lo habían condenado a morir por empalamiento, comprendió que si el mejor guerrero de la zona desaparecía, se debilitaría enormemente la resistencia.
Entonces, tomó una determinación.
III
Uno a uno y con gran celeridad, los soldados españoles bajo el mando de Diego de Losada asumieron la tarea de ejecutar a los veintitrés prisioneros, mediante la más cruel y oprobiosa pena de muerte que el hombre ha podido inventar.
Cuando correspondió el turno a Chicuramay y éste se había resignado a tan deshonrosa y temprana desaparición, sucedió algo asombroso.
Hasta entonces, sólo en la ficción y nada más los héroes de las tragedias de Esquilo intentaban la enorme empresa de trastocar el destino.
Sin vacilación, Curicurián se presentó de improviso y se encaró a los verdugos.
–¡Deténganse –dijo–, ese hombre a quien van a matar no es Chicuramay: Chicuramay soy yo!
Una vez superado el natural desconcierto, los soldados aprisionaron a Curicurián y dejaron en libertad a Chicuramay quien, aunque infructuosamente, gracias a este sacrificio pudo seguir luchando por algún tiempo contra la cada vez mayor dominación europea.
IV
Una leyenda caraqueña apunta que, una vez muerto, Curicurián se transformó en un enorme pájaro blanco, de patas negras y pecho rojo que, en los siglos siguientes, alcanzaron a ver cientos de transeúntes en la Serranía del Avila.
Dicho pájaro blanco se caracterizaba, además de por su gran tamaño, por emitir un canto extraordinario, jamás oído hasta entonces.
Sin embargo, desde inicios del siglo XX, el pájaro Curicurián dejó de verse en la Serranía, extinto, sin lugar a dudas, por una civilización más poderosa y avasallante que la que el heroico indio se empeñó en combatir.